- Me gustaría tener una mascota para enseñarla a trotar a mi lado
- Con una mascota tendré la excusa perfecta para salir y hacer ejercicio
- Si tan solo tuviera una mascota para no quedarme tan tarde trabajando
Y un día ocurrió, que en medio de charlas una compañera de la universidad ofreció que su perrita había tenido muchos hijos y que no podría cuidarlos a todos ¡Hey, mi hermana quiere una mascota, déjame uno por favor!
Lo recogimos cuando cumplió dos meses, estaba jugando con sus hermanitos que hasta sentí tristeza de tener que separarlos, pero era claro que nosotras tampoco podríamos tenerlos a todos en casa, es más, ni siquiera teníamos la experiencia de cuidar uno.
Llevábamos una cobija para que no sintiera frío al separarse de su hogar y una maleta para que estuviera cómodo. Su primer viaje no fue tan chévere, vomitó todo el camino, babeaba y se le escurrían lágrimas por sus mejillas. La verdad es que a la fecha sigue siendo una tortura para él subirse a un bus, carro o a lo que se mueva y le impida tener los pies sobre la tierra.
Para recibirlo nos preparamos con una casita hecha por nosotras mismas. Adentro llevaba una cobija rosada y una vaquita. Fue lo que más le gustó cuando aterrizó en casa, hasta que un día, ya un poco más grande, le dio la locura y la rompió. Creo que varios pedazos también fueron a dar a su pancita.
Al principio fue terrible, por poco nos arrepentimos de haber tomado esa decisión. La casa olía diferente, cogía todo cuanto encontrara y lo mordía, se orinaba y hacía popo en cualquier lado, debíamos estar pendientes todo el tiempo. Por suerte, o bueno, en medio de todo, todo se dio para que pudiéramos cuidar de él, la pandemia nos obligó a estar bastante tiempo encerrados y debíamos trabajar desde casa.
Cómo olvidar esos dientes que parecían serrucho y que atacaban sin previo aviso. No había día en que no recibiéramos un mordisco o no se ganara un periodicaso por cometer esa falta, pero era su forma de expresarse, de hacerse sentir. Creo que como, pero su niñez fue dura, fuimos duras con él, yo especialmente porque quería que fuera disciplinado. Con el tiempo aprendió a hacer sus necesidades en un solo sitio hasta que pudimos sacarlo al parque. De ahí en adelante no volvió a hacerse dentro de la casa, a menos que fuera un caso de fuerza mayor. Lo enseñé a dar la mano, a sentarse, a no morder cuando le daba las cosas en la boca y a acostarse.
Cuando volvimos a trabajar desde la oficina fue un dolor para los tres, a nosotras nos inquietaba dejarlo solo, que no comiera, que no hiciera sus necesidades, que se nos enfermara, así que debimos tomar medidas extremas, pagarle niñera perruna. La seleccionada fue nuestra vecina, quien nos dijo de inmediato que sí, que no tenía problemas. En realidad es que al igual que nosotras se enamoró de Jacobo, de esa carita tierna y esos ojos juguetones. Lo cuidaba como si fuera uno de sus perritos, lo sacaba al baño, lo paladeaba para que comiera, jugaba con él, lo acompañaba por un buen rato.
Nos quedamos sin niñera perruna cuando Jacobo cumplió tres años, era más grande, con más fuerza e igual de inquieto. La señora debido a su trabajo empezó a sufrir de dolor en sus manos, algo que le impedía hacer demasiado esfuerzo. Aunque deseaba ayudarnos, no podíamos permitir que se enfermara más. Así que le tocó acostumbrarse nuevamente a quedarse solito.
Cada vez que salgo se me rompe el corazón en pedacitos, es como si se me quedara algo que quisiera llevar a todas partes, sufro por su soledad y ver sus ojos tristes me conmueve bastante. Jacobo se ha convertido en el amor más bonito que se pueda sentir, me recibe con un meneo de cola y unos besos que no tienen precio, y que, por el contrario, me devuelven la energía que haya podido perder.
Nuestras guerras siguen siendo porque coma, se acostumbró a que lo supervisemos, a que le roguemos prácticamente que no se deje morir de hambre, ha, pero si de pollito se trata, eso sí se lo come solito. Creo que siente temor de comer o beber demasiado en nuestra ausencia y que le den ganas de ir al baño y no poder, así que se aguanta. Dios quiera no se nos enferme porque hubo un tiempo en que sufría mucho de gastroenteritis.
Jacobo, mi tesorito, no sabes la alegría que se siente tenerte a mi lado, le ruego a Dios y a la vida que al igual que a mis padres y mi hermana te tengan por muchos, muchos años. Has transformado tristezas en momentos inolvidables, te has convertido en un motivo para soñar y desear miles de cosas bonitas.
Te amo bebé hermoso, agradezco que estés en mi vida y bendigo el día que llegaste. No has logrado que mi hermana salga a hacer deporte, ni que deje de trabajar hasta tan tarde, peo sé que también a ella la haces muy feliz.